¿No se?
Cuando automáticamente miramos sin atención a las personas extrañas entre nosotros, dice Sharon Salzberg, perdemos la oportunidad de conectarnos. Cuando notamos nuestros alrededores experimentamos a las personas como son, libres de las maneras usuales en las que los juzgamos.
Un amigo una vez me dijo acerca de las peleas constantes que tenía con su esposa al principio en su matrimonio. Mucho de su conflicto se centraba en como cenar. A el le gustaba comer rápidamente, parados en la cocina, terminando lo más pronto posible. A ella le gustaba poner la mesa elegantemente, sentarse, y comer lentamente, juntos. Muchas noches pelearon en lugar de cenar. Finalmente buscaron la ayuda de un consejero matrimonial.
Mientras examinaban las capas de significado escondidas en la palabra simple y familiar "cena", cada quien descubrió cuantas asociaciones, y cuantas personas, estaban trayendo realmente a la mesa. El hablo de su padre, un hombre violento que usualmente solo estaba en casa a la hora de la cena, lo cual se convertía en una experiencia de pesadilla de la cual escapar lo más pronto posible. Ella habló de su familia fracturada y su hermano mentalmente enfermo que cansaba a su mamá con preocupación. Era principalmente en la cena que su familia hacía un esfuerzo de hablar con ella, de averiguar acerca de su día, donde ella sentía que realmente pertenecía a la familia.
Para cada uno de ellos la cena era raramente solo cena, y su pareja usualmente no era la persona parada frente a él, sino "otra" hecha de una amalgama de heridas pasadas y sueños mantenidos por mucho tiempo y nuevos anhelos tentativos.
Podemos realmente ver a la otra persona? Si creamos "otra" de nuestras proyecciones y asociaciones e interpretaciones, hemos hecho un objeto de una persona, le hemos quitado su humanidad. Hemos quitado de nuestra conciencia su propia sensibilidad al dolor, su deseo similar de sentirse en casa en sus cuerpos y mentes, su complexidad y mutabilidad.
Si hemos perdido cualquier reconocimiento de la verdad del cambio en alguien, y los hemos fijado en nuestras mentes como "bueno" o "malo" o "indiferente", hemos perdido el toque con la esencia viviente de esa persona. Estamos en un mundo de prototipos estilizados y criaturas distantes, imágenes cosificadas, y a menudo, una gran soledad.
La práctica de meditación es como un entrenamiento en la habilidad de dar un paso hacia atrás, en tener una perspectiva más amplia y un entendimiento más profundo de lo que está sucediendo. Mindfulness, una de las herramientas en el centro de la meditación, nos ayuda a no perdernos en los prejuicios habituales que distorsionan como interpretamos nuestros sentimientos. Sin mindfulness, nuestra percepción se forma fácilmente por pensamientos muy apenas conscientes tales como: "estoy temblando y mi estómago siente algo como si fuera miedo, pero nunca puedo permitirme admitir eso. Voy a pretender que nunca se me ocurrió". Si hacemos eso, es una lucha muy grande ser amable. No hay un acceso libre a la amabilidad sin la conciencia.
Mindfulness también nos ayuda a ver a través de nuestros prejuicios acerca de otra persona. Por ejemplo, una persona podría pensar: "todas las mujeres mayores tienen una lógica difusa, así que esta mujer no puede ser tan inteligente como pretende serlo". Mindfulness nos ayuda a ver mostrándonos que una conclusión como esa es simplemente un pensamiento en nuestra propia mente. Mindfulness nos permite cultivar una cualidad de atención diferente, una en la que nos relacionamos con lo que vemos ante nosotros, no como un eco del pasado o una premonición del futuro, sino más como es ahora mismo. Aquí también encontramos el poder de la amabilidad, porque podemos conectarnos con las cosas como son.
Hacer el esfuerzo de verdaderamente ver a alguien no significa que nunca respondamos o reaccionemos. Podemos intentar restaurar una relación que está fallando, o protestar acerca de celulares ruidosos en lugares públicos, o intentar todo lo posible dentro de nosotros para combatir la injusticia. Pero podemos hacerlo desde un lugar que permite a las personas ser como son, que permite que nuestros sentimientos sean tan variados y fluidos como son, que está abierto a las sorpresas, un lugar que escucha, que deja que el mundo esté vivo.
Un paso esencial en aprender a ver al otro de manera más genuina es tomarte la molestia de ver. Si alguien nos grita, o nos molesta, o nos apantalla con un regalo, le ponemos atención. Nuestro reto ahora es verlos como son, no como proyectamos o asumimos que son. Pero si no hacen mucha impresión en nosotros, tenemos un reto diferente, es demasiado fácil verlos sin importancia.
En particular, el ejercicio de meditación de ofrecer amabilidad (metta) a una persona neutral confronta nuestra tendencia de ver a través de las personas que no conocemos, escogemos a una persona que no nos gusta ni nos disgusta, en lugar nos sentimos neutrales hacia ella. Muy a menudo nos ayuda elegir un extraño o alguien que juega cierto rol en nuestras vidas, la persona que te atiende en la tienda de la esquina, el cartero. Quizás no sabemos mucho de ellos, ni siquiera su nombre.
Cuando le enviamos amabilidad a una persona neutral, estamos cambiando de manera consciente un patrón de verlos sin atención, o hablarles sin atención, a uno de ponerles atención. El experimento en atención que estamos haciendo a través de estos deseos benevolentes nos pide si podemos querer al projimo como a uno mismo, cuando no sabemos los hechos acerca de el padre anciano y dependiente de esa persona o de su adolescente en riesgo.
Cuando pensamos en una persona neutral, no hemos sabido su historia. No tenemos consciencia de sus triunfos inspiradores o de su capacidad de dar y no nos admiramos de ellos. No estamos viendo su tensión después de una entrevista de trabajo que salió mal, o su tristeza después de que perdieron a su pareja. Practicamos deseándoles lo mejor de cualquier manera, sin saber nada de esto, sino simplemente porque existen, y porque no sabemos la belleza, la pena, la inseguridad, que todos compartimos.
En los autobuses, en la calle, en nuestras casas y comunidades, practicamos a poner atención - a través de desarrollar mindfulness, a través de desarrollar amabilidad, a través de soltar las proyecciones, porque una atención más completa da mejores regalos. Estos regalos pueden penetrar a través de las exigencias de los roles sociales e incluso a través del dolor terrible. Pueden remover el vacío de los encuentros casuales.
Poner atención de esta manera provee el regalo de notar, el regalo de conectarse. Encontramos el regalo de ver un poquito de nosotros en los demás, de darnos cuenta que no estamos solos. Podemos soltar la preocupación que habitualmente cargamos y recibir el regalo del momento presente.
A través de poner atención aprendemos que realmente no sabemos de alguien y sin embargo tenemos una relación con él o ella. Llegamos a darnos cuenta que esta interrelación es en sí una entidad viviente cambiante y vibrante. Descubrimos el regalo de cuidar, de tender a esta fuerza de vida que existe entre nosotros y nos enriquecemos grandemente por ello.