Estudiando la mente desde dentro
La verdadera naturaleza de la mente, dice el Dalai Lama, está más allá de cualquier concepto o forma física, y por lo tanto no puede ser estudiada solamente por métodos científicos de tercera persona. La mente debe ser estudiada a través de una observación rigurosa de nuestra propia experiencia subjetiva.
La alegría de encontrarte con alguien a quien amas, la tristeza de perder a un amigo cercano, la riqueza de un sueño vívido, la serenidad de una caminata a través de un jardín en un día de primavera, la absorción total de un profundo estado meditativo - estas cosas y otras como ellas constituyen la realidad de nuestra experiencia de consciencia.
A pesar del contenido de cualquiera de estas experiencias, nadie en su sano juicio dudaría de su realidad. Cualquier experiencia de consciencia-desde la más mundana a la más elevada-tiene una cierta coherencia, y al mismo tiempo, un alto grado de privacidad, lo cual significa que siempre existe desde un punto de vista en particular. La experiencia de consciencia es completamente subjetiva. La paradoja, sin embargo, es que a pesar de la indudable realidad de nuestra subjetividad y miles de años de examinación filosófica, hay poco consenso en que es la consciencia. La ciencia, con su método característico de tercera persona - la perspectiva objetiva desde fuera - ha hecho sorpresivamente poco avance en este entendimiento.
La cuestión de la consciencia ha atraído una gran cantidad de atención en la larga historia de pensamiento filosófico Budista. Para el Budismo, dado su interés primario en cuestiones de ética, espiritualidad, y superar el sufrimiento, entender la consciencia, lo que se piensa que es una característica que define a la sensibilidad, es de gran importancia. De acuerdo con las primeras escrituras, el Buda vio la consciencia como jugando un rol clave en determinar el curso de la felicidad humana y sufrimiento. Por ejemplo, el famoso discurso del Buda conocido como el Dhammapada abre con la afirmación que la mente es primaria y que impregna todas las cosas.
El problema de describir las experiencias subjetivas de la consciencia es complejo de hecho. Porque arriesgamos objetivizar lo que es escencialmente una serie de experiencias internas y excluir la presencia necesaria del experimentador. No podemos removernos a nosotros mismos de la ecuación. Ninguna descripción científica de los mecanismos neuronales de la discriminación del color puede hacer que uno entienda lo que se siente percibir, dígase, el color rojo. Tenemos un caso único de investigación: el objeto de estudio es mental, aquello que lo examina es mental, y el mismo medio por el cual se lleva a cabo el estudio es mental. ¿La cuestión es si los problemas propuestos por esta situación para un estudio científico de la consciencia son insuperables - son tan dañinos como arrojar serias dudas sobre la validez de la investigación?
Aunque tendemos a relacionarnos con el mundo mental como si fuera homogeneo - una entidad de alguna manera monolítica llamada "mente" - cuando nos adentramos más profundamente, llegamos a reconocer que este abordaje es demasiado simplista. Mientras la experimentamos, la consciencia está hecha de un abanico de estados mentales altamente variados y a menudo intensos.
Hay estados explícitamente cognitivos, como la creencia, la memoria, el reconocimiento y la atención por un lado, y estados explícitamente afectivos, como las emociones, por el otro lado. Además, parece haber una categoría de estados mentales que funcionan primariamente como factores causales en que nos motivan a la acción. Estos incluyen la volición, la voluntad, el deseo, el miedo, y la ira. Incluso dentro de los estados cognitivos, podemos dibujar distinciones entre percepciones sensoriales, tales como la percepción visual, la cual tiene cierta inmediatez en relación con los objetos que están siendo percibidos, y procesos de pensamiento conceptual, tales como la imaginación o la recolección subsiguiente de un objeto elegido. Estos últimos procesos no requieren la presencia inmediata del objeto percibido, ni dependen de un rol activo de los sentidos.
La pregunta es, ¿qué define esta diversidad de fenómenos como pertenecientes a una familia de experiencia, la cual llamamos mental? Recuerdo muy vívidamente mi primera lección de epistemología de niño, cuando tuve que memorizar el dicho "La definición de lo mental es aquello que es luminoso y de conocimiento". Fue hasta años después que me di cuenta que tan complicado es el problema filosófico escondido detrás de esta simple formulación. Hoy cuando veo a monjes de nueve años citando esta definición de consciencia en la arena de debate, lo cual es una parte central de la educación monástica Tibetana, sonrío.
Estas dos características - luminosidad, o claridad, y saber, o conocer - han llegado a caracterizar "lo mental" en el pensamiento Indo-Tibetano. Claridad aquí se refiere a la habilidad de los estados mentales de revelar o reflejar. Saber, en contraste, se refiere a la facultad de los estados mentales de percibir o aprehender lo que aparece. Todos los fenómenos que posean estas cualidades cuentan como mentales. Estas características son difíciles de conceptualizar, pero entonces estamos lidiando con fenómenos que son subjetivos e internos en lugar de materiales que pueden ser medidos en términos espacio temporales. Quizás es debido a que estas dificultades - los límites del lenguaje al lidiar con lo subjetivo - que muchos de los primeros textos Budistas explican la naturaleza de la consciencia en términos de metáforas tales como la luz o un río que fluye. Ya que la característica primaria de la luz es iluminar, así la consciencia se dice que ilumina sus objetos. Igual que en la luz no hay una distinción categórica entre la iluminación y aquello que ilumina, así en la consciencia no hay una diferencia real entre el proceso de conocer, o cognición, y aquello que conoce o sabe. En la consciencia, como en la luz, hay una cualidad de iluminación.
La Filosofía y Ciencia occidentales han, en general, intentado entender la consciencia solamente en términos de las funciones del cerebro. Este abordaje establece de manera efectiva la naturaleza de la mente en la materia, en una manera ontológicamente reduccionista. Algunos ven el cerebro en términos de un modelo computacional, comparándolo con la inteligencia artificial; otros intentan un modelo evolucionario para la emergencia de varios aspectos de la consciencia. En la neurociencia moderna, hay una profunda cuestión acerca de si la mente y la consciencia son algo más que simples operaciones del cerebro, si las sensaciones y emociones son más que reacciones químicas. ¿Hasta que punto el mundo de la experiencia subjetiva depende del hardware y del trabajo del cerebro? ¿Debe ser hasta un punto significativo, pero es así por completo? ¿Cuáles son las causas necesarias y suficientes para la emergencia de experiencias mentales subjetivas?
Muchos científicos, especialmente aquellos en la disciplina de la neurobiología, asumen que la consciencia es una clase especial de proceso físico que se origina a través de la estructura y las dinámicas del cerebro. Yo recuerdo vívidamente una discusión que tuve con algunos neurocientíficos eminentes en una escuela de medicina de Estados Unidos. Después de que amablemente me mostraron los últimos instrumentos científicos para adentrarse más profundamente en el cerebro humano, tales como la tomografía axial computarizada y el electro encefalograma, y me dejaran ver una operación de cerebro en progreso (con el permiso de la familia), nos sentamos a tener una conversación sobre el entendimiento científico actual de la consciencia. Le dije a uno de los científicos: "parece muy evidente que debido a los cambios en los procesos químicos del cerebro, muchas de nuestras experiencias subjetivas como la percepción y sensación ocurren. ¿Puede uno alcanzar a vislumbrar la reversa de este proceso causal? ¿Puede uno postular que el pensamiento por sí mismo puede afectar un cambio en los procesos químicos del cerebro? Estaba preguntando si, al menos, podríamos permitir la posibilidad para una causación hacia arriba y hacia abajo.
La respuesta del científico fue bastante sorprendente. El dijo que debido a que todos los estados mentales se originan de estados físicos, no es posible para que ocurra una causación hacia abajo. Aunque, desde la amabilidad, no respondí en esa ocasión, pensé entonces y aún pienso que no hay aún una base científica para tal reclamación categórica. La visión que todos los procesos mentales son necesariamente procesos físicos es una asunción metafísica, no un hecho científico. Siento que, en el espíritu de la investigación científica, es crítico que permitamos que la cuestión permanezca abierta, y no combinemos nuestras asunciones con hechos empíricos.
Un punto crucial acerca del estudio de la consciencia, opuesto al estudio del mundo físico, se relaciona con la perspectiva personal. Al examinar el mundo físico, dejando a un lado el asunto problemático de la mecánica cuántica, estamos lidiando con fenómenos que se prestan a sí mismos bien al método científico dominante de lo objetivo, el método de investigación de tercera persona. En general, tenemos una sensación que una explicación científica del mundo físico no excluye los elementos clave del campo que está siendo descrito. En el reino de las experiencias subjetivas, sin embargo, la historia se completa de manera diferente. Cuando escuchamos una descripción puramente de tercera persona, "objetiva" de los estados mentales, si es una teoría cognitiva psicológica, una descripción neurobiológica, o una teoría evolucionaria, sentimos que una dimensión crucial del sujeto ha sido dejada fuera. Me estoy refiriendo al aspecto fenomenológico, dígase la experiencia subjetiva del individuo.
Incluso desde esta discusión breve, pienso que es, claro que el método de tercera persona - el cual ha servido a la ciencia tan bien en muchas áreas - es inadecuado para la explicación de la consciencia. Lo que se requiere, si la ciencia quiere ser exitosa para probar la naturaleza de la consciencia, es un cambio de paradigma. Es decir, la perspectiva de tercera persona, la cual puede medir fenómenos desde el punto de vista de un observador independiente, debe ser integrado con una perspectiva de primera persona, la cual permitirá la incorporación de la subjetividad y las cualidades que caracterizan la experiencia de la consciencia. Estoy sugiriendo la necesidad para que el método de nuestra investigación sea apropiado al objeto de investigación. Dado que una de las características principales de la consciencia es su naturaleza subjetiva y experiencial, cualquier estudio sistemático de ella debe adoptar un método que de acceso a las dimensiones de subjetividad y experiencia.
Un estudio científico comprensivo de la consciencia debe por lo tanto abarcar los métodos de primera y tercera persona: no puede ignorar la realidad fenomenológica de la experiencia subjetiva pero debe observar todas las reglas del rigor científico. Así que la cuestión crítica es: ¿Podemos vislumbrar una metodología científica para el estudio de la consciencia a través de un método robusto de primera persona, el cual haga una justicia completa a la fenomenología de la experiencia, y pueda ser combinado con la perspectiva objetivista del estudio del cerebro (característica del método de tercera persona)?
Aquí siento que una colaboración entre la ciencia moderna y las tradiciones contemplativas, tales como el Budismo, podrían probar ser benéficas. El Budismo tiene una larga historia de investigación en la naturaleza de la mente y sus varios aspecos - esto es efectivamente lo que la meditación Budista y su análisis crítico constituyen. El método contemplativo, desarrollado por el Budismo, es un uso empírico de la introspección, sostenido por un entrenamiento riguroso en técnica y un examen robusto de la validez de la experiencia. Todas las experiencias subjetivas meditativamente válidas deben ser verificables a través de la repetición por el mismo practicante y a través de otros individuos siendo capaces de alcanzar el mismo estado por la misma práctica. Si son verificables, dichos estados pueden ser tomados como universales, en cualquier tasa para los seres humanos.
El entendimiento Budista de la mente se deriva principalmente de las observaciones empíricas cimentadas en la fenomenología de la experiencia, lo cual incluye las técnicas contemplativas de meditación. Los modelos de trabajo de la mente y sus varios aspectos y funciones son generados en estas bases; ellos son después sujetos al análisis crítico y filosófico y al examen empírico a través de la meditación y la observación atenta. Si queremos observar como trabajan nuestras percepciones, debemos entrenar nuestra mente en atención y aprender a observar el originar y el decaer de los procesos perceptivos de momento a momento. Este es un proceso empírico que resulta en un conocimiento de primera mano de como trabaja la mente. Podemos usar ese conocimiento para reducir los efectos de las emociones tales como la ira y el resentimiento (de hecho, los practicantes de meditación en busca de superar las aflicciones mentales desearían hacer esto), pero mi punto aquí es que este proceso ofrece un método empírico de primera persona con relación a la mente.
Lo que ocurre durante la meditación contemplativa en una tradición como el Budismo y lo que ocurre durante la introspección en el sentido ordinario son dos cosas bastante diferentes. En el contexto del Budismo, la introspección es empleada con una atención cuidadosa a los peligros del subjetivismo extremo - tales como las fantasías y los delirios - y con el cultivo de un estado mental disciplinado. El refinamiento en la atención, en términos de estabilidad y vívidez, es una preparación crucial para la examinación detallada del fenómeno celestial. Igual que en la ciencia, hay una serie de protocolos y procedimientos que la introspección contemplativa debe emplear. Al entrar a un laboratorio, alguien sin entrenamiento en ciencia no sabría que mirar y no tendría la capacidad para reconocer cuando algo es descubierto, en la misma manera, una mente sin entrenar no tendrá la habilidad para aplicar su concentración introspectiva en un objeto elegido y fallaría en reconocer cuando los procesos de la mente se muestran a sí mismos. Igual que un científico entrenado, una mente disciplinada tendrá el conocimiento de que buscar y la habilidad para reconocer los descubrimientos que se hagan.
Puede ser que la cuestión de si la consciencia puede finalmente ser reducida a los procesos físicos, o si nuestras experiencias subjetivas son características no materiales del mundo, permanezca un asunto de elección filosófica. El tema clave aquí es encasillar las cuestiones metafísicas acerca de la mente y la materia, y explorar juntos como entender científicamente las varias modalidades de la mente. Creo que es posible para el Budismo y la ciencia moderna comprometerse en una investigación colaborativa en el entendimiento de la consciencia mientras se deja a un lado la cuestión filosófica de si la consciencia es finalmente física. Trayendo juntas estos dos modos de investigación, ambas disciplinas pueden enriquecerse. Dicho estudio colaborativo contribuirá no solo a un mayor entendimiento de la consciencia sino a un mejor entendimiento de las dinámicas de la mente humana y su relación con el sufrimiento. Esta es una puerta preciosa para el alivio del sufrimiento, el cual creo es nuestra tarea principal en esta tierra.